ASÍ FUE MI PRIMERA VEZ
Ando estos
días un poco desnortado porque me dejó la última rubia… como cantaba el Loco,
que al igual que yo presume de feo, fuerte y formal.
Cuando uno
está un poco perdido vuelve la vista atrás y se empieza a buscar, en plan
Pulgarcito y las migas de pan en el bosque. Y así llega uno, melancólico y taciturno, a evocar la
primera vez.
Estaba yo de
becario (cómo no) por aquél entonces en la sede madrileña de un gran banco
(entonces) nacional y a las mentes pensantes de dicha institución se les
ocurrió que como me veían creativo de más para el Área de Internacional, casi
mejor que pasara a desarrollar mis habilidades en el Departamento de Marketing.
Y para allí
me fui, con mi arte mecanográfico y mi técnica para fotocopiar y archivar como
el mejor.
No contentos
con cambiarme de Área, me encargaron el re-posicionamiento de su producto joven
que habían lanzado apenas un año atrás y tenía muchas altas pero poco uso. La
empresa necesitaba como el oxígeno renovar una base de clientes tradicional y
envejecida.
Imagínese el
lector a este becario preguntándose por dónde diantres coger ese toro para que
no se le llevase por delante.
Cuando se
carecen de los conocimientos teóricos para afrontar un problema, como me
ocurría entonces, no hay como tirar de sentido común e intuición.
Las soluciones que satisfacen las necesidades de los clientes te las tienen que decir los clientes, no las tienes que encontrar tú. Porque si la solución la piensas solo, posiblemente estarás encontrando la solución para tu experiencia, no para la de tu público objetivo.
Ésto que
parece de perogrullo se nos olvida diez veces al día.
Intuición y
sentido común. Fue por casualidad que por aquel entonces el banco había
comprado un estudio de satisfacción de clientes, así que aproveché que teníamos
pendiente un focus group con jóvenes para venirme a Vigo, en plan mistery
shopper, a escuchar.
Necesitaba
saber qué es lo que pensaban mis clientes del producto.
La revienta
reuniones del grupo rajó lo que no está escrito, hasta ahí yo iba encajando sin
problema. Siempre hay un troll y los demás no tienen porqué estar de acuerdo.
Se forman opiniones y contra opiniones.
Pero otra
intervención, un chaval que estaba bastante callado hasta ese momento, me abrió
los ojos definitivamente: “yo no pago con la tarjeta joven porque si la saco en
una tienda me van a preguntar ¿qué quieres, un chupa-chups?”.
La imagen
del producto era demasiado infantil. Se había creado pensando en clientes
jóvenes pero sin testar. Resultado, baja utilización porque el cliente target
no se identificaba con una marca de producto inadecuada.
A partir de
ahí, el becario organizó el primer concurso de agencias que hubo en ese banco,
se testaron los diseños, re-branding completo, nuevos plásticos, web, clientes
satisfechos y crecimiento exponencial durante el año siguiente, y sostenido
durante los siguientes.
Fue mi
primer Máster en Marketing. Aprendí lo que no está escrito, lo que se dice con
la misma facilidad que se olvida. También aprendí que muchas intenciones de
esas que van en las diapositivas de las presentaciones corporativas nunca salen
de ese estado y nunca se llevan a cabo.
De mi primera vez me acordaré siempre: el chupa-chups y la necesidad de empezar preguntando al cliente. Y después ya vendrá el resto.

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