LA LIBERTAD ERA PLANCHAR DE MADRUGADA

 


Dos ideas sencillas, directas, fáciles de comunicar, por separado pueden ser dos grandes conceptos de marketing.

Dos ideas sencillas, concatenadas, son capaces, sin embargo, de esconder una aberración.


La vida ocurre en los detalles, mientras la buscamos entre las páginas del Hola, en los entrecejos depilados de los tronistas o en los reels de un influencer. Y unos y la otra, las más de las veces, poco tienen que ver.


El problema es que vivimos haciendo equilibrios encima de una tabla que surfea la ola de las urgencias cotidianas. Y no, no estamos programados para ser inteligentes a la velocidad de la exigencia. 


Por eso nos contradecimos y por eso no nos entendemos ya a nosotros mismos. Por eso los políticos, esa especie estresada como ninguna en el ejercicio de la inteligencia alberga en su cauce un enorme caudal de soplapolleces. Es uno de los peajes de los tiempos de las reflexiones filosóficas contenidas en 140 caracteres.


Lamentablemente, la ausencia de reflexión (unida al pan y circo de 6.4 pulgadas) nos elemina también como sociedad. Somos incapaces de dudar para explorar en las ideas, y eso nos empequeñece porque la duda es el más humano de los ejercicios, el que más ha contribuido a su progreso. 


Acudimos al Mercado de la Mentira y nos ponemos a la cola de los compradores de certezas, cada uno a la cola de su color político (perdona el plagio, Bertolt).


Recién vacunado, feliz, agradecido y esperanzado, no puedo sino pensar en la segunda parte de la idea: Mosaico, la primera vacuna preventiva del VIH se está probando en humanos desde finales del año pasado con resultados prometedores. Ayer, 5 de junio, se cumplía el 40 aniversario de la primera descripción clínica de una enfermedad que se empezó entonces a conocer como SIDA.


40 años, la medida de una dictadura. ¿Han oído hablar de Mosaico?


Unan ahora ustedes las ideas que el becario tiene que planchar. 



(En memoria de José Luis, que se quedó a unos 10 años de conocer Mosaico)



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