MARKETING POLÍTICO, MODA, EDAD Y BIG DATA (VAYA REFRITO)
Arranco diciendo que me
produce tanto repelús oír “los catalanes son esto” en el resto del país como
escuchar “los españoles son aquello” en Cataluña. Los nacionalismos, todos, son
reduccionistas. Lean “Les identités meurtrières” de Amin Maalouf, lo explica
muy bien.
El libanés siempre ha ido
décadas por delante en pensamiento social. En el 92 le editaban “El primer
siglo después de Beatriz”, quizá el libro más rabiosamente denunciante del
feminicidio social, que pasó casi inadvertido, mientras Barcelona,
precisamente, explotaba a los ojos del mundo como un lugar de encuentro
planetario.
Que las masas están
manipuladas lo sospechábamos. Lo llamábamos populismo en países que votaban en
masa al dictador, fuera cual fuera su credo. Voilà que aquí y ahora,
mundo occidental orgulloso de su superioridad, asuntos como el escándalo
Cambridge Analytics nos demuestran que, por mucho que nos creamos individuos,
no somos sino un borrego más del rebaño.
Beeee!
Ya lo decía el Aviador Dro. La
televisión es nutritiva. Los informativos son alimento de marcas, y cuando no,
de siglas. (O viceversa)
Tontadas de viejo. Se tarda
una vida en aprender la perogrullada de Sócrates. Sólo sé que no sé nada. Una
vida, una lección. Y para cuando uno la tiene aprendida, sólo le examina ya el
urólogo.
Ser viejo no mola. Ser viejo
es ser una carga, un coste, el problema de las pensiones, el agujero de la
Seguridad Social, la jodida culpabilidad por la esperanza de vida creciente.
Por favor, que nadie se
arranque con ninguna frase motivacional. Ser viejo es no pasar el filtro de
selección, ya sea en Infojobs o en el casting de la próxima producción de cine,
o en POF. Poco importa que lleves piercing, corras maratones (no es mi caso) o
estés mega-actualizado.
No ser nativo digital, no
pertenecer a la Generación X-Y-Z (qué letra le pondrán a la siguiente),
etiquetas, casillas, tribus urbanas del S. XXI.
He vivido olas de prejubilaciones
donde el talento era un complemento molesto de osados trabajadores con orgullo
de carrera profesional. Tan viejos y molestos como candidatos de 45 para
arriba.
De todas las aberraciones que
el hombre ha construido sobre la faz de la tierra quizá la de la moda, por
desapercibida y aparentemente inocua, sea la más horriblemente devastadora.
La moda ha instalado en las
personas el malware de lo caduco, lo prescindible, lo pasajero, como ideal way
of life. La rotación, el estreno, el desecha-compra-desecha como comportamiento
aspiracional.
Todo legal, todo barato, todo
descartable, todo a los barrancos del gran vertedero que ya es la cloaca
planetaria, en China, en África o en los océanos.
Renovar el vestuario es un
comportamiento tan interiorizado que se aplica a todos los órdenes de la vida
como comportamiento de excelencia: cambia de móvil, de camisa, de
chaqueta (por supuesto), de pareja, de casa, de animal de compañía, de
empleados.
Pequeñas ilusiones, grandes
frustraciones. Tirar y comprar, comprar y tirar, nuestros sistema de producción
sólo se entiende desde la generación continua de basura. Así están los océanos.
La moda es que no pases el
filtro, que tus productos, tus campañas, tus fracasos, tus lecciones, tus
clases de inglés a última hora de la tarde, tu Máster de viernes tarde y sábado
a full. El premio aquél que te dieron y la jeta de triunfador que gastabas en
el photocall no valen nada.
Nada vale ahora que tanto
vales, que sabes que no sabes nada. Que el marketing es un ejercicio de sentido
común y ahora lo atesoras. Nada vale ahora. Ni todo lo aprendido, ni lo
adquirido, lo vivido, lo trabajado y lo sufrido. Eres viejo. No eres nativo. No
eres generación.
Poco significan los tiempos en
que sacabas un conejo del maletín y lo vendías, en que entendías al cliente y
tocabas la tecla del SÍ en el momento justo, los tiempos del correo con
respuestas, del cupón completado a base de BIC e ilusión, del spot de TV que
movilizó una plantilla de 5.000 profesionales, la valla que asombró
automovilistas en el atasco de la A2.
Poco vale saber que las
emociones mueven el mundo. Las emociones compran ferraris, bajan la bragueta de
presidentes de los USA y mueven ceros en las posiciones de bitcoins de
traficantes de sustancias.
Eres viejo. Aunque construyas
sueños en landing pages, aunque redactes posts, milagro, sin faltas de
ortografía y entiendas el ecosistema digital porque lo has visto nacer y te
sedujo desde el principio, como las letras de Javier Laguna para Zenet. Aunque
gestiones presupuesto, social Ads, RTB, y lo que te rondaré morena.
Qué torpes son las etiquetas,
qué estúpido creer en el Big Data y al mismo tiempo rechazar a un candidato por
la fecha de nacimiento.
Por su apellido inmigrante.
Por su aspecto exterior.
PD.: El Becario acaba de
cumplir 48 castañas, pero también acaba de firmar un contrato indefinido.
Afortunadamente, quedan empresas para las que la edad sólo es una circunstancia
más, como el color de los ojos, la marca de perfume que se usa o el nombre y
apellidos. Viejos hay de 18 y jóvenes de 81.
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